Si hay algo abundante en la antigua Constantinopla son las mezquitas. La atmósfera que en ellas se respira me cautivó. Al igual que ocurre en las iglesias cristianas, las escenas de recogimiento y meditación se repiten, teniendo a veces la sensación de estar invadiendo su propio espacio privado e íntimo. Por este motivo, siempre visité las mezquitas fuera de las horas de oración.
La Sultan Ahmet Camii o Mezquita Azul es la más majestuosa, por su tamaño y sus seis minaretes desde los que el müezzin llama a la oración. Otras mezquitas que no hay que dejar de visitar son la Süleymaniye Camii y la Yeni Camii.
Santa Sofía o Iglesia de la Divina Sabiduría es uno de los edificios más impresionantes de Estambul, fue considerada como la mayor de toda la Cristiandad hasta la conquista de la ciudad en 1453. Desde ese momento, y hasta 1935, se convirtió en mezquita. Lo que hace increíble y única a Santa Sofía son sus mosaicos.
Las vistas que hay desde aquí son muy interesantes, especialmente teniendo en cuenta que las ventanas son altísimas. Tuve que tomar esta fotografía descolgando la cámara por el marco de la ventana...y cruzando los dedos.
Es difícil resistirse a la perseverancia de los comerciantes de cualquiera de los bazares de Estambul. El más agradable para pasear y ver menos turistas es el Bazar de las Especias o Misir Çarsisi, que está muy lejos del stress vivido en el Grand Bazaar. Si alguien busca tranquilidad y pasar inadvertido, desaconsejo que acuda a este último. Aparte de sentirse acosado, puede correr el riesgo de que lo engañen. Fue sin duda lo peor del viaje.
Estambul es una ciudad que no parece dormir, llegué a ver ¡¡una óptica abierta!! a las 3.25 h. de la madrugada. ¿Quién es capaz de graduarse la vista a esas horas? En esta foto aparece el "Tranvía Nostálgico", una línea de sólo 1,6 Km. que une Tünel y Taksim a través de Istiklal Caddesi.
Si la arquitectura de las mezquitas es por sí misma majestuosa, con una buena luz artificial resulta imponente. Ésta es la Yeni Camii o Mezquita Nueva.
Menudo tormentón cayó sobre nosotras mientras navegábamos por el Bósforo. Este estrecho divide la ciudad en dos: la orilla europea (Rumeli) y orilla asiática (Anadolu). Fue un recorrido interesante que tomó como punto de partida el Mar Negro y concluyó en el Cuerno de Oro.
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